El cambio climático afecta de manera desproporcionada a las personas en el Sur Global. En los Estados Unidos, aquellos que viven en entornos físicos pobres, o que tienen una menor capacidad para acceder a la atención médica y menos poder para lograr soluciones políticas para los impactos climáticos en sus vecindarios tienen una mayor carga de impactos climáticos. La población infantil, la juventud, la tercera edad, los enfermos crónicos, las personas con deficiencias cognitivas o de movilidad, las mujeres embarazadas y posparto, o las personas con enfermedades mentales pueden experimentar un mayor impacto. Además, las poblaciones desfavorecidas, incluidas las personas de nivel socioeconómico más bajo, los migrantes, los refugiados y las personas sin hogar, pueden verse especialmente afectadas. (Hayes).
Las personas con padecimientos de la salud mental tienen más probabilidades de sufrir las repercusiones de los fenómenos climáticos por varios motivos. Los medicamentos psiquiátricos pueden interferir con la capacidad de una persona para regular el calor, así como con su conciencia de que su temperatura corporal está aumentando, lo que se asocia con enfermedades causadas por el calor y la muerte.1 Los medicamentos antipsicóticos, los anticolinérgicos, como la benztropina y las benzodiacepinas, pueden aumentar el riesgo de enfermedades causadas por el calor (Martin-Latry). Medicamentos cardíacos entre otros también pueden afectar la regulación del calor.
Algunas personas que viven con enfermedad mental tienen mayores probabilidades de no tener hogar, de vivir en la pobreza o de tener trastornos por consumo de sustancias, lo que les dificulta hacer frente a los cambios o adaptarse a ellos. Además, las personas con enfermedades mentales graves tienen más probabilidades de depender de los servicios, la infraestructura y las cadenas de suministro de medicamentos que, con frecuencia, se interrumpen después de condiciones climáticas extremas o desastres. Algunos grupos de personas pueden ser desplazados a largo plazo debido a huracanes, inundaciones o sequías. Las comunidades que los aceptan pueden tener dificultades para absorber a estas personas desplazadas y atender sus necesidades psicológicas, ya sean “refugiados climáticos” internos o externos.
Los niños son más vulnerables al calor y a la contaminación atmosférica relacionada con el clima debido a la inmadurez de sus sistemas termorreguladores, pulmonares e inmunológicos; al rápido crecimiento del cerebro y del cuerpo; debido a que pasan más tiempo al aire libre; y a su menor capacidad para eliminar las toxinas de sus hígados jóvenes (Adhoot). En el otro extremo de la vida, las personas mayores pueden ser vulnerables a los cambios climáticos porque son menos capaces de regular sus cuerpos en respuesta al calor, tienen más probabilidades de estar aisladas, postradas en cama, incapaces de cuidarse a sí mismas y pueden estar limitadas por enfermedades cardiopulmonares y de otro tipo.
Las poblaciones que viven en tierras bajas o áridas se encuentran entre las más vulnerables a posibles desplazamientos forzados. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ya ocurre la migración de población vinculada al cambio climático. Desde 2008, cada año un promedio de más de 20 millones de personas se ven obligadas a desplazarse debido a fenómenos meteorológicos, como inundaciones, tormentas, incendios forestales o temperaturas extremas. Muchas otras están abandonando sus hogares debido a eventos de movimiento más lento, como sequías o erosión costera (Cattaneo).